viernes, 8 de abril de 2016

La nueva generación de la poesía en asturiano


De izquierda a derecha, Rubén DÁreñes, Iván Cuevas, Sofía Castañón, Antón García, Alejandra Sirvent y Henrique Facuriella, en la presentación de 'La prueba del once'.

Últimas entregas de la lengua exiliada

El escritor y editor Antón García reúne a once autores nacidos después de 1980 que certifican la calidad y diversidad de la poesía escrita en asturiano, pese a ser un idioma camino de la extinción


La prueba del once
Poesía asturiana del sieglu XXI
Saltadera. Uviéu, 2015. 280 páginas, 15 euros

Aviso: este es el relato de una excepcionalidad, de una anomalía.

La prueba del once. Poesía asturiana del sieglu XXI es la antología de once cronistas que optaron por reseñar su vida y la de los suyos con una lengua fantasmal, con un idioma condenado a subsistir en las madrigueras del desprecio y a buscar la supervivencia en las geografías del olvido. Pese a las indiferencias y los silencios, estos once poetas superan la prueba. Valga el fraseo lingüístico para elogiar el acierto de Antón García con un trabajo en el que reúne a representantes de una nueva generación que optó por el asturiano/leonés como herramienta para explicar el mundo sin necesidad de otras urgencias.

Antón García (Tuña, 1960) es poeta, novelista, traductor, editor y autor de algunos de los principales estudios sobre la historia y la literatura del asturiano. Miembro de la conocida como segunda generación del Surdimientu (Resurgimiento), la de aquellos escritores que empezaron a publicar en la década de los ochenta del siglo pasado, es uno de los principales responsables de que las letras astures hayan alcanzado hoy una vitalidad y una altura creativas que rechina con la condición social y administrativa de este viejo romance del latín situado en una geografía espectral de mohicanos empeñados en negarse a ser los últimos.

Hablamos de autores trasterrados. El poeta, filólógo y periodista José Luis Argüelles ya dejó por escrito que los escritores en asturleonés “viven como exiliados” (Toma de tierra. Poetas en lengua asturiana. Antología 1975-2010. Trea. Gijón. 2010. 768 páginas, 35 euros). Y esa condición de expatriados lingüísticos se perpetúa en los reunidos en La prueba del once, pese a ser bendecidos con el don de lenguas como hijos de su tiempo, al igual que ocurrió con la bautizada como tercera generación del Surdimientu, los nacidos entre 1967 y 1982.

Desde la fundacional antología de Xosé Caveda y Nava (1839) hasta la canónica de Toma de Tierra se acumulan más de cuatro siglos de creación poética en asturiano, bien y abundantemente inventariada, que ha consolidado un sistema literario propio pese a subsistir en el suburbio de los escollos y de las indolencias, cuando no de los desaires y las burlas.

Avanzada la segunda década del nuevo milenio, se hacía necesario una puesta al día. Y es la labor ejecutada por Antón García. Se trata de una antología de parte, como deben ser todas las selecciones que se precien. Es más que una relación de los poetas del dominio lingüístico asturleonés nacidos después de 1980. Para eso está el exhaustivo catálogo bibliográfico que Iván Cuevas ha elaborado como apéndice de la obra, en el que se detallan más de medio centenar de nombres procedentes de Asturias, León, Zamora, Salamanca, Cantabria y Portugal que han dado a la imprenta y a internet sus creaciones con el nuevo siglo.

Y los once que han superado la prueba de Antón García (el propio autor reconoce que podían ser varios más) vienen a certificar una vez más la excepcionalidad de la escritura creativa en una lengua, sino clandestina, sí espectral. La capacidad de crecimiento de la plantilla de escritores y su contrastada calidad, que les sitúa en la división de honor de las literaturas ibéricas, a pesar de todos los pesares, es una excentricidad más. A las limitaciones demográficas del número de 'falantes' y a los complejos sociolingüísticos de buena parte de la ciudadanía, se añade el principal freno a la normalización del idioma: el rechazo de la mayoría de los partidos políticos a la declaración de la oficialidad del asturiano o a cualquier otro encauzamiento jurídico. A ello se sumó, en su momento, la aparición de un combativo comando profesoral, reforzado por conmilitones desletrados, que tiraron sin pudor de la navaja dialéctica por razones ajenas a la ciencia. La honrosa excepción la representó el dialectólogo Jesús Neira, que sostuvo sus posiciones sobre “los bables” desde la dignidad y el rigor académico del lingüista honrado. Las normativas de protección administrativa aprobadas por los gobiernos de Asturias y Castilla y León desde los años setenta hasta hoy son los cuidados paliativos previos a la agonía. La excepción se sitúa en la región portuguesa de Tras-Os-Montes, donde la lengua de los habitantes de los concelhos de Miranda de Douro y Vimioso cuenta con los galones de la normalidad legal.

¿Qué tienen en común Henrique G. Facuriella, Alejandra Sirvent, Pablo X. Suárez, Iván Cuevas, Carlos Suari, Laura Marcos, Sofía Castañón, Rubén d’Areñes, Sergio Gutiérrez Camblor, María García y Xaime Martínez, los once seleccionados por Antón García? Además de su edad (nacidos entre 1980 y 1993) y su vocación mohicana, tres rasgos más: la calidad de su escritura, con la ironía, el humor y cierto desenfado como señas de identidad; la inserción en una tradición cultural singular y diferenciada, y su filiación generacional con otras manifestaciones literarias escritas en cualquier lengua.

Hasta aquí las coincidencias. El resto, la pluralidad. No es La prueba del once una antología de tendencias. Más bien se trata de un compendio donde el espiritualismo de Henrique Facuriella convive con el clasicismo transmoderno de Xaime Martínez; la ciberpoesía de Iván Cuevas y Sergio Gutiérrez Camblor con la ternura salvaje de María García; el figurativismo puesto al día de Sofía Castañón, Laura Marcos y Carlos Suari con el juglarismo underground de Pablo X. Suárez; la abstracción romántica de Alejandra Sirvent con el intimismo social de Rubén D'Areñes. Si como decía Miguel Torga “lo universal es lo local sin paredes”, el grupo representado por “los Once” ha demolido las que quedaban en la tradición de las letras astures para hacer suya, como hombres y mujeres del XXI, la mundialización social, política, económica, pero también estética. La creación difícilmente soporta las estrecheces, pero más insoportables se hacen en estos tiempos presurosos.

La alineación de Antón García, como reconoce el propio antólogo, permite “visibilizar la creación poética de una nueva promoción de autores, con capacidad para actuar como un revulsivo importante ante la instalación de la sensación de un cierto estancamiento del proceso de normalización del asturiano”. Y son varios más los factores que entiban la particularidad de este grupo, frente a sus abuelos y padres, e incluso hermanos mayores. Algunos llevan su plurilingüismo personal a la creación: si armonizan el asturiano y el castellano (u otras lenguas) es por convicción artística, no sólo por compromiso social en la creación de un sistema literario propio. Su convivencia con las literaturas en otros idiomas, no sólo los ibéricos, les permite surfear en aguas abiertas. Y, por último, el convencimiento más científico que sentimental de que el dominio del asturllionés es una oportunidad, tanto de enriquecimiento creativo como de ampliación del mercado de potenciales lectores.

Diversidad y singularidad son las pinturas de guerra que lucen “los Once”, llamados como están a protagonizar la creación literaria en asturiano de la primera parte de este siglo y demostrar si son capaces de dar el relevo a las generaciones del “Surdimientu”, que hicieron posible una lengua literaria homologable a cualquiera de las que se hablan en el resto de Europa.

La anomalía es que estos once poetas de menos de 35 años pueden ser equilibristas de la nada, autores que harán pervivir en los textos una lengua que sólo contará con hablantes sepulcrales. Una poesía para entonar exclusivamente los cantos de los últimos mohicanos. No será ya entonces el tiempo de los filólogos ni de los historiadores literarios. Los paleoantropólogos aguardan.


Artículo publicado en el número 76 de la revista El Cuaderno (Ediciones Trea. Gijón, abril de 2016).



Cinco poemas de la “Prueba del once”


HENRIQUE FACURIELLA (Blimea, 1980)

Soi namás un home que fala.
Un home al que-y tocó
romper cordeles, filos y atadures,
facer polvu los ñuedos y povisa les muries
de la casa materna, abrise al mundu.
La preñez de la nueche rompió agües
namás nacer el día.


Sólo soy un hombre que habla.
Un hombre al que se le asignó
romper cuerdas, hilos y ataduras,
hacer polvo los nudos y ceniza los muros
de la casa materna, abrirse al mundo.
La noche preñada rompió aguas
nada más nacer el día.


CARLOS SUARI (La Xungarosa, 1982)

Dioses
Son tan sonces
los dioses de agora
que nel so cimblar
cimbla'l mundu
y confundimos
Xesucristo con MacDonald's,
Buda con Maradona
y Alá con Internet.
Por eso, ellos sólo enfermen
y los que morremos
somos nos.

Tan poca calidad
tienen los dioses de ahora
que en su contoneo
vibra el mundo
y confundimos
Jesuscrito con MacDonald's,
Buda con Maradona
y Alá con Internet.
Por eso, ellos sólo enferman
y los que morimos
somos nosotros.


SOFÍA CASTAÑÓN (Xixón, 1983)

Crisis como saltu d'agua.
Nestos tiempos toos alloriamos.
Unos miren por atropar monedes,
otros atrocamos pallabres.
D'estes dos metáfores, namás una,
cuando too acabe,
va siguir teniendo qué revelar.

Crisis como una cascada.
En estos tiempos todos enloquecemos.
Unos miran por acumular monedas,
otros reservamos palabras.
De estas dos metáforas, sólo una,
cuando todo finalice,
va seguir teniendo algo qué revelar.



MARÍA GARCÍA (Uviéu, 1992)

Tacones llonxanos
Canten lloñe los tacones silvestres.
Nel cuadru definitivu
ye tan sele la interacción cola madera,
escurez tanto'l roxu de la falda,
que'l campu de color atrái la imaxe,
atrái'l soníu, 
nun gradiente sobriu de desapaición.

Fuxisti, ma, con Rothko.
Dexanxelasti los nuesos cuerpos.
Pero quedrémoste.


Tacones lejanos
Cantan lejos los tacones silvestres.
En el cuadro definitivo
es tan suave la interacción con la madera,
oscurece tanto el rojo de la falda,
que el campo de color atrae la imagen,
atrae el sonido, 
en un gradiente sobrio de desaparición.

Madre, te fugaste con Rothko.
Desangelaste nuestros cuerpos.
Pero te queremos.



XAIME MARTÍNEZ (Uviéu, 1993)

La flor de la zrezal

La flor de la zrezal, que n'otru tiempu fora
anunciu del calor y de la lluz
-espoyetaben mudos los deseos-,
güei paezme más bien
el descuidu d'un dios
o pior, una broma.


La flor del cerezo

La flor del cerezo, que en otro tiempo fuera
anuncio del calor y de la luz
-crecían mudos los deseos-,
hoy me parecen más bien
el descuido de un dios
o peor, una broma.

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